"Me han encontrado los que no me buscaban, me he manifestado en los que no preguntaban por mi" (Rom 1, 18; 10, 20)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Carta de Lucio Y MAÑANA NAVIDAD. RENACER CON EL QUE NACE


Se ha cumplido el tiempo. Muchas de las esperanzas que pusimos en este Adviento del 2012 se habrán cumplido. Otras tendrán que esperar algún tiempo o esperar tiempos mejores. Es posible que muchos, especialmente los pobres y cuantos sufren, hayan de seguir esperando contra toda esperanza. El Concilio, del que estamos celebrando el 50 aniversario, dejó para la historia y para la tarea esta frase inspirada sin duda por el Espíritu del Señor: “Se puede pensar con toda razón que el porvenir de la humanidad está en manos de quienes sepan dar a las generaciones venideras razones para vivir y razones para esperar”. G.S. 31. ¿Quién lo hará? ¿Qué esperanza les es posible a los pobres de la tierra? ¡Como debiéramos los creyentes implicarnos en las grandes causas de la humanidad, y poner en ellas un poco de esperanza!

Tú y yo somos también personas de esperanza y de esperanzas. Sin duda Dios nos ha bendecido ya con el cumplimiento de alguna de ellas. Piénsalo. Si dicen que todo niño viene a este mundo con un pan debajo del brazo, este Niño que ahora nos nace no va a ser menos. ¡Nos trae tantas buenas nuevas! ¡Él es la Buena Noticia de Dios! Tenemos todo un año por delante para irlo saboreando. Estos días, en medio de los cantos, fiestas, música y villancicos, regálate momentos de silencio para escucharte a ti mismo o a ti misma y ver qué esperanzas se han ido cumpliendo y cuáles están en tu horizonte próximo. Escucha en el silencio tus esperanzas cumplidas (“¡en medio del silencio el Verbo se encarnó!”), y si hubo en ellas presencia de algunas personas que ayudaron a su realización, ¡dales las gracias! Puede ser la buena noticia para ellos esta Navidad.

Y por fin, sal de ti, no te encierres en ti misma o en ti mismo. Porque tienes capacidad y valores para poner esperanza, gozo, aliento, paz y serenidad en otros. Tienes una sonrisa preciosa. Unas veces serás tú quien te acerques a una persona o situación. Otras serán ellas quienes te gritarán, desde su dolor e indigencia, que necesitan de ti. Y esas esperanzas no quedarán defraudadas, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones.

A las puertas del misterio de Belén, aprovecho la ocasión para decirte desde esta carta, a ti y a los tuyos: ¡Feliz Navidad de Dios en vuestros corazones!

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