"Me han encontrado los que no me buscaban, me he manifestado en los que no preguntaban por mi" (Rom 1, 18; 10, 20)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

SANIDAD Y ENSEÑANZA. COMPARTIR: OTRA POSIBILIDAD:

Antonio Calvo. Zaragoza 10-09-2012

Estamos inmersos en un profundo mar de injusticias. Nada nuevo. Aquí y allí se van encrespando las circunstancias y borrascas de indignación levantan rachas de vientos enfurecidos. Son síntomas de un malestar general y creciente, pero no parece que golpeen ningún punto crucial del desorden establecido.

A mis años, no creo posible un cambio social, sin un cambio personal. Estarnos en una guerra no declarada, pero muy planificada, y me parece una ingenuidad, lamentable, pretender desmontar este desorden con pataletas y chispazos reactivos, aunque sean muy comprensibles. Sin una permanente revolución personal, una conversión que nos lleve a un empeño incesante de transformación social, tenemos la guerra perdida por mucho tiempo. Los mercaderes se han organizado muy bien, y no van a dejar perder sus privilegios fácilmente. Por otra parte, el afán de propiedad y de poder, el individualismo, el egoísmo, en todas sus formas, no es patrimonio de los poderosos triunfantes, de los que se han llevado el gato al agua. Muchas víctimas del desorden son también víctimas de conciencia de este desorden establecido, lo llevan como un cáncer, silencioso e invasor, en sus deseos. Anhelan el bastón de mariscal, ser poderosos.

Mantengo la convicción de que la única alternativa al desorden: individualista o colectivista, es una búsqueda firme, fiel, no violenta, pero dispuesta a dejarse la vida, estratégicamente bien planteada, de la fraternidad universal. Es algo irrenunciable. Durante millones de años de selva y otros de ojo por ojo, cansados de tanto tuerto, hemos ido aprendiendo que no hay otro camino. Pero, nuestras miserias, y el sometimiento a las miserias de miserables más poderosos, nos· han llevado al callejón sin salida en el que estarnos instalados.

La alternativa, una vez más, es tomar partido: poder para servir, a la dignidad personal y universal de cada uno de los hombres -varones y mujeres-, para ir poniendo en pie los derechos humanos, sin manipulaciones; o, poder para someter, para pisotear a las personas. No hay esclavitud, si no hay esclavos. Siempre es tiempo de insumisión. Las injusticias que no se combaten, todas, acaban haciendo imposible la paz, la verdad, la belleza, la universalidad del bien. Todos somos responsables del desorden en la medida de nuestro poder. Es menester luchar, pero sin olvidar que, sin misericordia, no hay justicia.

El único partido a la medida de nuestra dignidad personal es la fraternidad,  universal. ¿Por qué no dejarnos de abanderar intereses partidistas? ¿Por -qué no optamos con firmeza y coraje por desalambrar nuestras conciencias? Cada cual debe responder. La tarea es dura y de fondo. Nada mejor será posible sin una estrategia de amor, es decir, sin buscar nuestro bien a través del bien de los demás, de todos. La política y la ética no deben separarse, si queremos que ignorantes y mercaderes desaparezcan de la organización de este mundo.

Como creo que el movimiento se demuestra andando y que la verdad del hombre es lo que decide hacer, propongo otra posibilidad a la huelga: compartir el trabajo con quien no tiene:

  1. En la Sanidad, el que ocupa dos empleos, en la pública y en la privada, o hace peonadas, que renuncie a uno de ellos, y a las peonadas, con la condición de que su lugar lo ocupe una persona cualificada para realizarlo, preferentemente joven, en paro.
  2. En la Enseñanza, quien tenga más de 55 años, y no tenga que pagar vivienda, ni otras necesidades básicas, ni hijos u otras personas a su cargo, que renuncie al 30% de su jornada laboral, con la condición de que estas tareas las realicen jóvenes cualificados en paro.
Son maneras modestas de romper, desde dentro, lógicas inaceptables basadas en criterios económicos mal orientados desde el punto de vista humano, como: más alumnos por clase, más horas de trabajo, menos sueldo.

Me parece necesario ir creando una cultura de la desapropiación, del compartir, del vivir bien con lo suficiente, de aprender a vivir en un mundo en paz fruto de la justicia que proviene de la fraternidad. Disfrutar de no estar rodeados de excluidos, de explotados, de parados, de ambiciosos, de consumidores compulsivos, de amedrentados.

Creo que estas actitudes no violentas son más capaces de derribar a los poderosos sin escrúpulos, que se crecen y justifican, sin embargo, en la competitividad, en la  rivalidad, en la desunión y en el miedo que provocan.

Creo, así mismo, que los sedicentes ·cristianos, o los sedicentes socialistas, o cualquier creyente en las personas o en Dios, tienen una gran responsabilidad en estas transformaciones necesarias.

Sin anuncio, es decir, sin vivir fraternalmente, la denuncia es sólo hipocresía. La actitud reivindicativa, sin más, me parece cómoda e inútil. Sí queremos romper este desorden basado en el egoísmo y la rivalidad, no veo otro camino que ir creando una cultura personal y social del compartir. Este anuncio se irá convirtiendo, frente a políticas serviles y desorientadas humanamente, en la mejor denuncia.

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